La primera sorpresa fue la titularidad de Luis Suárez. Fuimos tan incautos que pensamos que el Barça se guardaría el abrigo de pieles el primer día de frío.

El Madrid acompleja al Barça | Liga BBVA | AS.com

La siguiente conmoción fue el efecto de intimidación que causó su alineación junto a Messi y Neymar.

Inesperadamente, la defensa del Real Madrid se retrasó unos metros, los suficientes para dar sentido al plan del Barcelona. Con el campo más largo, el Madrid no llegó a la presión y sin presión Xavi volvió a tener 20 años. Iniesta también se quitó hojas del calendario y Busquets achaques de encima.

Así es. El Barcelona del futuro reeditó el mediocampo de los grandes éxitos. El resultado fue que asistimos a un Clásico de años atrás, controlado por el Barça, dominado por su superioridad técnica en el centro del campo.

El gol de Neymar no fue una consecuencia, sino un anticipo. El brasileño marcó a los tres minutos después de recorrer la frontal y después de librarse, demasiado fácil, de la vigilancia de Carvajal y Pepe. Su derechazo fue impecable, también hay que decirlo.

Benzema se reservó el derecho de réplica. Primero con un remate mal dirigido y luego con dos palos en cinco segundos: balón peinado y fusilamiento sin precisión. No tardamos en comprobar que el francés era el único madridista que no estaba groggy. Son las ventajas de sintonizar una frecuencia distinta al mundo convencional. Entretanto, el resto del equipo todavía era incapaz de recordar su nombre y dos apellidos.

Los minutos que siguieron fueron los del Barcelona, minutos golosos, casi pornográficos, de gozar con el miedo ajeno. Tras la virtud llegó el pecado: el Barça prefirió recrearse antes que sentenciar. Retrasó el disparo final como esos malos de película que nunca terminan de rematar al bueno, y le cuentan su proyecto diabólico y le dejan explicarse, y dan tiempo a los refuerzos. Messi falló en el minuto 21 la ocasión que nunca falla y habrá que concluir que, en el momento de rematar, Zarra le metió la puntera.

Acto seguido, Piqué fue quien salvó al Madrid. El central cometió un penalti que descubrió algunas incapacidades graves: fue incapaz de evitar la caída y de encoger el brazo, de mantener la autoridad sobre su imponente 1’92. No es cuestión de altura. Llega un momento, camino de los 30, en que los cuerpos ya no lo resisten todo.

Cristiano transformó la pena (16 goles en los primeros nueve partidos de Liga) y el Madrid se sintió como si acabara de recibir el indulto del gobernador. Decidió que tenía la ocasión de empezar una vida nueva y comenzó a vivirla. Para el Barça fue justo lo contrario, el tormento de las ocasiones perdidas.

Cuando se dio inicio a la segunda parte, el equipo de Ancelotti ya corría cuesta abajo. Y no sólo era una cuestión de ánimo. Sabemos que su fortaleza física le da ventaja según pasan los minutos y los 45 primeros equivalían a dos horas de pista americana.

Pepe no tardó en adelantar al Madrid. Lo hizo con un cabezazo espléndido, propulsado con un giro de la cintura al cuello. A su alrededor, un sinfín de bloqueos nos recordaban que los saques de esquina cada vez son parecidos al corte de UCLA. En la celebración del gol, Pepe estuvo a punto de masticar el escudo y se entiende su alegría caníbal, porque ha sido en los Clásicos donde ha perdido parte de su honorabilidad.

El Barcelona comenzó a extinguirse. La fantástica irrupción de Luis Suárez no fue suficiente para mantenerlo con vida. Por cierto. Quienes acusan al uruguayo de sobrepeso hace años que no se miran al espejo. Alguien confundió kilos con quilates. No se puede dudar jamás de los futbolistas extraordinarios y él pertenece a esa categoría.

La sustitución de Xavi, al borde de la hora de juego, señala la línea de resistencia del Barça, al menos bajo su antiguo modelo. Rakitic entró para botar un córner y no hizo más que cortar el cable equivocado. La continuación de esa jugada destrozó al visitante. James despejó e Isco porfió por la pelota a la altura del mediocampo. Nadie creyó que tuviera opciones de llevarse el balón, porque tanto Iniesta como Mascherano corrían con ventaja. Sin embargo, les birló la cartera y propició el tercer gol: Cristiano, James (otra vez) y por fin Benzema. El Bernabéu alcanzó el éxtasis. Por aniquilar al Barça, por tener razón con Isco, por el regreso de Benzema, por el olor a Undécima, por Zarra. Por tantas cosas.

El Madrid pudo marcar más goles, pero ya no hicieron falta. No era necesario clavar más puñales al Barcelona para detectar su debilidad, para constatar la distancia que todavía le separa del Madrid, a pesar de Suárez. Messi y Neymar. Tenía que ser así, reinventarse lleva más tiempo, el mismo que ha necesitado su eterno enemigo para sobreponerse al complejo y proclamarse campeón de Europa, rey del fútbol a día de hoy. Cuatrocientos millones de espectadores lo vieron.

vía El Madrid acompleja al Barça | Liga BBVA | AS.com.

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